miércoles, 14 de julio de 2021

La sombra de la araña 6.

Estoy a punto de subir la sombra 6 a Amazon. Ha sido largo, varios años, mucha vida por el medio impidiéndome continuarla pero ya está aquí. (Y del pozo solo queda un libro ;))

Todos los hilos de trama están cerrados y en esta última entrega hay mucha, mucha acción. He tenido en cuenta algunos de vuestros comentarios sobre lo que debería pasar, aunque no todos porque la araña es la araña. 

Os dejo el primer capítulo y espero que en unos días esté disponible en amazon. Para google play habrá que esperar un poco más pero subiré también todos los libros.


¡Qué gusto da ponerle la medallita de "FIN"!!! 


UNO. CATRINA. 

Catrina aguardaba en el tejado plano de una de las torres. Su altura era ligeramente superior a la de las murallas que la conectaban con el resto de la estructura circular que rodeaba al portal alienígena. Cerca de ella había varios guerreros Astaquin cuya misión era evitar que pudiera resultar herida. Habían pasado más de cuarenta minutos desde que Ibraxem y sus tropas se habían enterrado y parecía que, por fin, el portal se estaba abriendo y la oleada de seres del vacío iba a comenzar su ataque.

Como tanto Ibraxem como su segundo al mando, Eisuo, estaban bajo tierra, era ella la que iba a encargarse de comandar las defensas. Uno de los Astaquin que estaban a su lado en la torre, de nombre Litxam, la ayudaba coordinando a los guerreros. Al encontrarse todos en el mismo planeta, podían utilizar tecnología humana para comunicarse entre sí, evitando un gasto innecesario de magia. Así pues, a través del pequeño micrófono que tenía cerca de sus labios, Catrina les ordenó a todos que se pusieran en alerta, haciendo especial énfasis en los soldados que estaban manejando las brownings, ametralladoras pesadas importadas también de la Tierra. Estas se encontraban repartidas sobre y a lo largo de las murallas. El kilómetro que las separaba del portal estaba sobradamente dentro del rango de alcance efectivo de sus armas. Para Catrina, mirar esas ametralladoras con sus largos cañones, apoyadas sobre sus trípodes, era casi como volver a su infancia. Volver a esos domingos de invierno en la Tierra, con su familia, a esas tardes de sofá y película que, a veces, era de guerra. Las brownings no tenían nada que ver con su vida actual y con la magia. Por lo que ella sabía, Ibraxem las había incluido en la defensa ya que sus balas, del calibre 12´70 que partían sin problemas a un ser humano por la mitad, eran capaces de perforar la dura piel de sus enemigos. Y las ametralladoras no eran lo único que parecía sacado de una de esas películas de sus recuerdos, pues también contaban con minas, explosivos plásticos C4, barriles de napalm y granadas. Casi todos ellos habían sido utilizados con anterioridad contra sus enemigos y, si bien no eran tan efectivos como serían contra seres que no tuvieran la defensa de una piel tan gruesa y dura, servirían.

Ante la atenta mirada de Catrina, el círculo del portal acabó de abrirse. La mujer contuvo el aliento en anticipación mientras observaba a sus enemigos cruzarlo. Los seres entraban a la carrera y se quitaban de en medio, dejando espacio a sus compañeros, pero sin acercarse todavía a las murallas. Parecían estar aguardando a que hubiera más de los suyos. Catrina sabía que, en ataques anteriores, a veces se habían comportado como ondas de un lago agitadas por la caída de una piedra, propagándose de manera concéntrica desde el portal hacia todos los puntos de la muralla. Otras, sin embargo, se habían apelotonado en una sola dirección, como si así fueran a ser más fuertes. Esos seres, que los suyos habían derrotado a costa de sus propias vidas cada vez que llegaba lo que llamaban el día de la hibernación, parecían haber estado probando diferentes estrategias para acabar con sus defensas. Por lo que Catrina podía observar, en esta ocasión se movían rodeando el portal y se quedaban quietos, aguardando mientras entraban sus compañeros, como si su intención fuera esparcirse de golpe en todas las direcciones. Ya que a cada segundo más y más seres cruzaban el portal, la mujer imaginó que esperaban lograr la victoria mediante una aplastante ventaja numérica. 

Pues que lo intentaran. 

Desde la llegada de los suyos al planeta siglos atrás, los ashlae los habían contenido. La hechicera no pensaba permitir que eso cambiara bajo su liderazgo. Esos seres se iban a llevar una buena sorpresa pues ellos también tenían refuerzos: la ondulante oscuridad que aguardaba impaciente al otro lado de los muros. Pasado poco más de un minuto, viendo que cada vez había más enemigos congregados alrededor del portal, Catrina les recordó a los soldados de las brawnings que siguieran alertas. En cuanto los enemigos se alejaran lo suficiente de la zona donde lbraxem y los suyos se habían enterrado, para evitar que ninguna bala pudiera acabar perforando el suelo e hiriéndolos, ella daría la señal. De repente, los seres del vacío comenzaron a correr hacia delante, como una marea que se extendía en un círculo creciente hacia las murallas, una horda de seres aberrantes que parecía no tener fin a causa de que en ningún momento habían dejado de entrar por el portal.

Los invasores avanzaban raudos pero no sin cuidado. Intentaban pasar por donde otro de los suyos lo hubiera hecho antes, pues daban por hecha la existencia de minas. Sin embargo, eran demasiados como para que el azar les fuera a permitir esquivarlas todas. En cuanto la primera línea llegó a la altura de las minas, estas comenzaron a detonar arrancando la extremidad que las había pisado. Ese, el de la primera explosión, fue el momento que estaba esperando Catrina para ordenar a los tiradores que abrieran fuego. De inmediato, las gruesas balas abandonaron los caños de las ametralladoras pesadas e impactaron sobre sus enemigos, logrando atravesar su dura piel con agujeros del tamaño del puño de un niño; sin embargo, no parecía ser suficiente para pararlos. Los seres del vacío, cuyo número crecía por los refuerzos que estaban entrando por el portal a la carrera, continuaban avanzando. Allí donde una mina arrancaba una pata, había un enemigo que, privado de uno de sus dos apoyos, caía. Entonces, seguía hacia delante arrastrándose por el suelo con ayuda de las garras delanteras, mucho más cortas que sus largas patas traseras. Sus compañeros saltaban para esquivarlos, elevándose casi dos metros por el aire como si sus patas hubieran sido creadas para ello. Catrina, al verlos, se alegró de que sus murallas fueran mucho más altas, de nueve metros. En todo caso, le asombró la coordinación de sus enemigos, que pese a ser tantísimos no pisaban y aplastaban a sus heridos. En todo caso, la horda ya había recorrido casi la mitad del kilómetro que la separaba de las murallas. La mujer dio la orden a las hechiceras de atacar con explosivos plásticos y ella misma alargó su brazo, apuntando hacia el cielo varios metros por encima de allí donde los enemigos parecían estar más agrupados, y susurró: «C4». De inmediato, los explosivos que tenían guardados en una de las habitaciones de la torre, aparecieron sobre sus objetivos, quedando suspendidos en el aire un instante, justo antes de que la gravedad los reclamara y comenzaran a caer hacia abajo. Poco antes de que alcanzaran a los devoradores, Catrina pulsó el detonador, conectado a todas las bombas. La explosión sacudió la zona, creando un anillo de humo y caos. Cuando el polvo arrancado del suelo se hubo posado, pudo ver que las criaturas continuaban avanzando si bien muchas de ellas habían salido despedidas contra las cercanas. Algunas, las que más balas habían recibido, estaban inertes en el suelo y, a esas, sus compañeras no se tomaban la molestia de saltar para esquivarlas. Frunciendo el ceño porque pese a que la habían avisado ella se esperaba algo más destructivo, la hechicera dio la orden y litros de napalm líquido comenzaron a caer del cielo sobre los seres que ya habían sobrepasado el medio kilómetro. Entonces ordenó el ataque y bolas de fuego salieron de las palmas abiertas de las hechiceras, apuntando hacia la masa que se acercaba. En cuanto impactaron, se incendió el napalm que recubría a las criaturas, así como el de los barriles que había por el suelo, explotando estos por la súbita combustión de su contenido. Por lo que Eloísa le había contado, el fuego solo dañaría a las criaturas a través de los agujeros de las balas; pero también consumiría el oxígeno que las rodeaba, haciéndoles más difícil respirar y, por lo tanto, disminuyendo la velocidad a la que se les acercaban. El napalm era algo nuevo, que no habían usado en anteriores defensas. Eloísa, viendo el éxito que había tenido Victoria en su incursión en la casa del dios, había decidido que quitarles el oxígeno funcionaría bien para ralentizarles. Y cuanto más lentos fueran, más fuego de ametralladora recibirían. No se equivocó. Mientras el fuego ardía, las minas seguían cobrándose sus presas en la avanzadilla de la marea enemiga y las brownings continuaban disparando sin cesar. Las criaturas comenzaron a morir con más frecuencia, cayendo sus cuerpos al suelo, alfombrándolo con su pelaje de pesadilla. Era sencillo: si un herido pisaba una mina con su cabeza o su cuerpo, era baja casi segura. El fuego y las balas infringían un daño continuado, acababan segando la vida de las criaturas. Era cuestión de tiempo. Sus cuerpos ya cubrían el campo de batalla, la explanada circular que separaba el portal de las murallas, como langostas exterminadas. Pero pese a todo, los vivos lograron llegar a los muros y saltaban hacia arriba, clavaban las garras en la piedra y volvían a saltar. Entonces era cuando los Astaquin, armados con lanzas, los tiraban de vuelta hacia abajo, cuando lanzaban también granadas a la multitud que se apiñaba al otro lado de los muros, mientras las hechiceras seguían regando con napalm a las criaturas que continuaban saliendo del portal, para que las llamas continuaran avivándose. A una orden de Catrina, las ashlae de mayor nivel mágico comenzaron a convocar gigantescas piedras, del tamaño de varios camiones, sobre las zonas donde había más enemigos. Hasta ahora, las minas los habían diezmado pero ya no quedaba ninguna por explotar. Su labor estaba clara: intentar que la mínima cantidad posible llegara a las murallas. Y, pese a todo, en una zona de las murallas a varios cientos de metros a la derecha de la torre donde Catrina se encontraba, los enemigos lograron trepar y, una vez arriba, en la pelea cuerpo a cuerpo contra los Astaquin se detonó por accidente una caja de granadas. Se abrió una enorme brecha en el muro y la marea de enemigos comenzó a dirigirse hacia allí. Catrina ordenó a los soldados que dirigieran hacia allí sus balas para detenerlos; así como a las suyas napalm y bolas de fuego. Al mismo tiempo, los seres de las dimensiones demoníacas, que Eloísa había apostado al otro lado de las murallas, reaccionaron. Ella les había ordenado que no atacaran salvo que se abriera una brecha, condición que acababa de cumplirse. Se dirigieron en tropel para pelear contra los devoradores. Negrura imposible contra negrura imposible. Garras contra garras. Colmillos y tentáculos contra piel endurecida. La resistencia a la magia de los seres del vacío hacía que las bestias demoníacas se enfrentaran a una pelea difícil; lograban contenerlos para que no pasaran, sí, pero tan solo a costa de un gran número de bajas.

La pelea continuó, hasta que de repente dejaron de entrar enemigos por el portal y, en breves minutos, las defensas que estaban aniquilándolos de manera masiva y efectiva, acabaron con todos los que allí quedaban. Las criaturas demoníacas, cumpliendo las órdenes dadas, se retiraron para mantenerse al otro lado de la muralla.

Habían defendido con éxito la primera oleada. Quedaban más. Normalmente eran tres, pero en los dos últimos ataques los seres del vacío acudieron en cuatro y cinco oleadas respectivamente.

No obstante, Catrina sabía que, si todo iba bien, esta oleada sería la primera y última. Observó cómo Ibraxem salía de la tierra, listo para encabezar el ataque al planeta enemigo.


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